Me acuerdo durante años mi recorrido, lectura y proximidad con muchos poetas y narradores extraordinarios que forjaron el canon universal de lo que entendemos por voces elevadas -por lo general seres surgidos de la profundidad de dramas interiores significativos y apasionados-, seres que, se supone, justamente por eso pudieron ver a la cara más cruda de la vida y de ahí volverse libres y capaces de decir lo que les tocaba decir de una manera superlativa que, por supuesto aún hoy, es admirable aunque, por el paso del tiempo, a veces, les cuesta mantener el efecto en nosotros. Bueno, esas gente se supone que es el norte de uno, pero por supuesto, como todo ese programa se vuelve tan endiabladamente dramático, y como tampoco uno está muy seguro del valor de sus resultados, todo el trajín termina generando un malestar en uno que no termina de diluirse. Solo un cambio profundo y sincero de mirada podría ser eso. Y ese cambio es muy difícil.
lunes, 6 de abril de 2020
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