Hubo un silencio en todos lados que se fue extendiendo hacia las profundidades de la tierra y, partir de ese silencio, las cosas empezaron a transcurrir de manera más calma y suave, y los pájaros, los peces en los ríos, las mariposas en el aire, los gatos en las calles y las ardillas en los árboles, empezaron a ir un poco más lejos, día por día, hora por hora, y después minuto a minuto, hasta que la tierra comenzó a teñirse de las escenas que habíamos visto en la infancia, en los libros de aventuras, o en libros muy antiguos, y desde esas escenas nosotros mismos empezamos a soñar con otras vidas, con otros años, y después nos centramos en los días, en sus horas, en sus minutos, y de a poco nos fuimos sosegando como quien hace la plancha en el mar.
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