Con el tiempo, gracias a este poeta consagrado, pude conocer a otro poeta, esta vez no tan consagrado (entiendo yo que porque era más joven) que me aceptó un texto que tenía -el relato poético de un amor adolescente de verano-, en su joven editorial, que editaba a jóvenes poetas que, supuestamente, por entrar a ese catálogo, quedaban en una situación privilegiada, con relación a otros muchos jóvenes que escribían poesía y pretendían ser aceptados por la calidad de sus trabajos, de modo de poder realmente sentirse más poetas -dado que un mayor reconocimiento significa mayor énfasis en el título que uno tiene sobre sí-.
Y por supuesto, el lanzamiento de ese libro no significó lo que yo necesitaba -en cuanto a lo que se denomina para muchos autoafirmación- porque aparte de algunas lindas y buenas devoluciones -que a mí me parecieron escasas-, ese libro no generó nada demasiado contundente, ni importante, en la comunidad literaria, sistema de poder del yo esperaba recibir algún tipo de investidura que me otorgase otro tipo de lustre, o al menos un mínimo espacio desde donde pararme a creer más en mí.
sábado, 4 de abril de 2020
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