Con el tiempo, gracias a este poeta consagrado, pude conocer a otro poeta, esta vez no tan consagrado (entiendo yo que porque era más joven) que me aceptó un texto que tenía -el relato poético de un amor adolescente de verano-, en su joven editorial, que editaba a jóvenes poetas que, supuestamente, por entrar a ese catálogo, quedaban en una situación privilegiada, con relación a otros muchos jóvenes que escribían poesía y pretendían ser aceptados por la calidad de sus trabajos, de modo de poder realmente sentirse más poetas -dado que un mayor reconocimiento significa mayor énfasis en el título que uno tiene sobre sí-.
Y por supuesto, el lanzamiento de ese libro no significó lo que yo necesitaba -en cuanto a lo que se denomina para muchos autoafirmación- porque aparte de algunas lindas y buenas devoluciones -que a mí me parecieron escasas-, ese libro no generó nada demasiado contundente, ni importante, en la comunidad literaria, sistema de poder del yo esperaba recibir algún tipo de investidura que me otorgase otro tipo de lustre, o al menos un mínimo espacio desde donde pararme a creer más en mí.
sábado, 4 de abril de 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Los mismos caballos
Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el...
-
El genio rockero me miró con sorpresa y después, víctima de cierta discordancia, tentado, me respondió: “Okay my lord”. Se volteó y preguntó...
-
La suficiencia para hablar debería ser desterrada de todos nosotros en la medida que el alcance de la palabra se limita a u...
-
El estruendo interno como fuente de toda perseverancia así debería ser, así deberían consumirse los días y los cigarrillos imaginarios que...
No hay comentarios:
Publicar un comentario