miércoles, 2 de diciembre de 2020

Estado de Nueva York

 Me fijo en la manera amorosa 

en la que nos dedicamos a levantar 

las hojas desparramadas por el jardín.

 

Estamos frente a un pequeño canal 

cada vez más desbordado 

por las lluvias en el norte.

 

 

Hablamos de cuadros ingenuos 

que esconden exóticos animales 

purificados por los colores del atardecer.

 

 

En el comienzo de este otoño, 

nos gusta sentir la luz 

entre hojas endebles

cerca de donde una vieja perra 

aguarda la llegada de su benefactor.

 

Hablamos también 

del miedo a las aglomeraciones 

y de personas que buscan 

un trabajo que los mejore.

 

Imaginamos la grandeza 

de una montaña nevada, 

lejos de este parque que sobrevive 

con el césped algo crecido.

 

No hay más demoras 

en la autopista junto al río.

Todos fluyen hacia algún lugar.

 

Vemos el tráfico desde lo alto.

De tanto en tanto, se escuchan 

canciones que vienen de los autos.

 

Hay casas con ladrillos 

de un rojo intenso 

y grandes cedros alrededor. 

 

El rojo es parecido a un paisaje 

que disfrutamos hace un tiempo;

un desierto rocoso y lejano. 

 

 

Esa vez vimos una lagartija al sol

sobre una piedra que conservaba 

el rocío de la primera mañana.

 

Y recién nos acordamos de eso.

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