Mi madre cuando era más joven tenía un talento increíble
para atraer gente y después, cuando no eran fieles a sus deseos,
echarlos unos tras otros en un seguidilla de escenas lamentables
que no me fueron ajenas. De manera que es no es raro que,
cuando me llegó el turno y ella me echó a mí, yo haya buscado
un reemplazo, y que ese reemplazo ahora esté confundido en mi mente
con mi madre, y que mi madre haya dejado de ser para mí
lo que se supone que debe ser una madre, y que todo eso
me haya impactado en una forma que es imposible de medir
pero que yo, si lo tengo que hacer, calcularía en una proporción
mayúscula a la hora de explicar por qué no me puedo dejar
tranquilo a la hora de vivir cada día y sentirme querido,
seguro, confiado en que cada día tiene algo hermoso.
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