Es como si algo en mí quisiera preservarme de lo que no puede tolerar, como si algo muy arraigado, pequeño y necesario estuviera constantemente a la expectativa de marcar sus deseos, sus necesidades más básicas, su extrema fragilidad, y por lo tanto su imperiosa exigencia a favor de un sentir nervioso y voluble. Es un pequeño sapo en una cuevita en el medio de un jardín con tierra muy negra y pasto escaso. Y más allá, toda una gran ciudad llena de excitaciones, ruidos, un rambla larga y amplia, mujeres de piernas largas y pelo prolijamente recogido y también mujeres sonrientes y carnosas y más pequeñas, faroles altos, gente, carteles de todo tipo y color y montones de experiencias que no pueden ser vividos.
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