Fui con mi padre a jugar al tenis,
después nos quedamos en el jardín de su casa.
Anochecía y desde un cañaveral los grillos
arrancaron con su canto. Poco después,
las primeras estrellas también se encendieron.
Quise retener cada uno de esos instantes
y por supuesto no pude. Porque, créanme,
quería que eso dure mucho más
de lo que estaba destinado a durar.
¿Por qué? Porque eso tenía su belleza,
y porque me hace bien tener esa belleza cerca.
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