Ibas por nubes
de los cielos
mejor pintados.
Lo cercano tendía
a distenderse.
No tenías una exigencia
específica. Escuchabas
crecer las flores.
Solo los perros te seguían
y, sin embargo, no estaba
claro tu rumbo.
Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el...
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