Después,
en medio de la noche,
acelerado por los sueños,
intentaste meditar.
Aunque el viento era suave,
seguías inquieto.
Y a la mañana siguiente,
un peligro incierto persistía.
Más tarde, con tu hijo,
pasaron por el lugar
donde te propusiste
cambiar.
El lugar donde pensabas
que sentirías una gran
fuerza, y después
agradecimiento,
y al fin alegría.
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