Esa noche, decía,
con las bicis a un costado,
caminaste en la oscuridad
con tu hijo.
Subieron a las bicis
y le preguntaste
por qué ya no leía libros.
Ya nadie lee libros,
dijo.
Y el mar vino a llevarse
lentamente el castillo de arena
que habían levantado
en la orilla.
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