jueves, 13 de enero de 2022

El club de los bancarios

Llegabas a una playa que, por lo que decía el cartel, era de empleados bancarios, gente, al parecer, ideada para trabajar y consumir hasta convertirse en la versión humana de las gallinas ponedoras de los grandes galpones iluminados que visitabas en tu juventud. 

Todos ellos, hombres y mujeres, andaban cansinamente en la orilla, un día sin viento de un calor sofocante, siempre supervisando a unos niños que no hablaban, solo corrían a la altura de la rompiente, enfrascados en cavar un pequeño canal, y para eso maniobraban con sus palas y baldes de juguete. Los perros, a su alrededor, también eran mudos. De eso te dabas cuenta al poco tiempo. De manera que te sentabas con ellos a disfrutar de sus movimientos en silencio. Pero, al rato, te empezaban a molestar sus maneras torpes, y sobre todo lentas, y también el aspecto tan poco atlético de esa gente. Y pronto también, te dabas cuenta de que debías armar un mejor lugar interno para recién después disfrutar de gente tan desgraciada y muda. 

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