El doceavo día en esa playa alejada, una luz grisácea se dejó ver en el horizonte como si fuera una incipiente tormenta eléctrica pero increíblemente acotada. Y desde el horizonte, avanzó ese cono gris casi negro y, desde la oscuridad, emergió Venus idéntica al más famoso de los cuadros, aunque más grande.
Y desde un blanco completo, en el medio del gris, no de una concha, sino de una gran perla, tocó tu hombro, apenas, un instante, y lo hizo con el más grácil de sus dedos, y una luz color limón recorrió tu cuerpo. Y desde entonces fuiste otro.
Nunca se supo si esa magia ocurrió por el poder de tu fe, o porque así tenía que ser, pero la paz de la contemplación, adquirida por pocos, siempre gracias a muchos esfuerzos, desde ese instante, está de tu lado por un acto de magia concedido por Venus en esa playa alejada.
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