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Ese fuego y ese
humo, desde los pastizales, vino a tu cuerpo para armar la mancha en tu pecho esa
noche de calor y luna llena en que escuchabas teros, cosa rara, a lo lejos. No
solían sentirse durante la noche.
Pero eso cambió junto
al hecho de que los tordos no fueron más al gran álamo del fondo.
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