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Con las bicis a
un costado, caminaste en la oscuridad con tu hijo. Subieron a las bicis y le
preguntaste por qué ya no leía libros.
Ya nadie lee
libros, dijo, y el mar vino a llevarse el castillo de arena que habían
levantado en la orilla.
Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el...
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