Y a la mañana
siguiente, creíste asistir a un evento de buen augurio cuando te paraste frente
al cadáver de una vaca y del montón de carne podrida saltó un zorro y, manso, al
trote, se fue hacia el potrero de alfalfa.
Tal vez creíste eso,
porque esa tarde de invierno estabas cerca de lugares casi vacíos y te sentías
solo. Tenías muchos menos años y meditar todavía no estaba en tus planes.
Ahora eso cambió,
pero algo viejo y descascarado estaba ayer en el límite del pueblo donde la basura
volaba hacia el campo.
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