martes, 15 de marzo de 2022

El niño al que le gusta hablarte al oído

 Esa noche de nuevo estabas con el niño al que le gusta hablarte al oído. Y ese niño te pedía con insistencia la fuerza que eleva los maizales. Pero no llegaba esa solvencia, solo persistía la obsesión que tomaba tu cuerpo como si fuera un territorio útil para llegar a otros espacios. 

Por eso, frente al dolor, ibas hacia el silencio. La tierra entera, decías, brillaría cuando pudieras crear silencio. 

A la mañana siguiente, sin embargo, creíste asistir a un evento de buen augurio cuando te paraste frente al cadáver de una vaca y del montón de carne podrida saltó un zorro y, manso, al trote, se fue hacia el potrero de alfalfa. 

Tal vez lo creíste porque esa tarde de invierno estabas cerca de lugares casi vacíos y te sentías solo. Tenías muchos menos años y meditar todavía no estaba en tus planes. 

Ahora eso cambió, pero algo viejo y descascarado estaba de nuevo esta tarde en el límite del pueblo donde la basura volaba hacia el campo. 

 

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