Ese atardecer de calor, frente a las acacias, te diste cuenta de que tus esfuerzos se orientan a estar frente a los pájaros.
A la mañana siguiente, temprano, las chicharras cantaban, el sol superaba a los eucaliptus y el cuerpo del jabalí seguía en el pasto junto a margaritas oscilando. Nadie lo había retirado.
Y vos no podías definir esas margaritas junto al cuerpo del jabalí porque, cuanto más las mirabas, más te pedían alejar el sentimiento del concepto.
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