Sintió lo cíclico de la vida cuando estuvo en ese bar en las afueras de la ciudad, en un barrio de gente trabajadora como cientos de otros barrios de su inmensa ciudad, y sentado junto a unas madres que supervisaban a unos niños que jugaban en unos juegos contiguos festejando un cumpleaños, sintió cuando una madre le dijo a una niña —que le contaba a otros que una compañerita de clase era insoportable—, "Isabella, no hay que decir eso de la gente", y la niña avergonzada, a la vista de las madres y sus compañeros de clase que enmudecieron de pronto y la observaron, pareció a punto de llorar..., pero se contuvo y se quedó mirando a la madre encendida por la rabia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario