En el sueño, caminabas hasta que lo deseado dejaba de pesar. Y así llegabas a parecer un mendigo. Pero no pedías nada porque tu intención era dar, no exigir.
Y con los años te volvías un santo y eras pintado en una iglesia de las afueras de Roma junto a montones de ángeles, colinas y ríos.
Pero pronto, muy pronto querías salir de ahí.
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