En la casa, el reloj de pared era un buitre con alas de ébano. A un costado, en un óleo, unos pescadores con sombreros de paja arrojaban sus redes. Los sillones del living eran, según decía su madre, “sillones Chester”, pero a vos te gustaban más las alfombras persas que estaban en el comedor y en el vestíbulo, y sobre todo las arañas de bronce que simulaban rosas en las lámparas.
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