Esos días a la hora de la siesta, solían bajar entre cardos con puntas violáceas para seguir por donde crecían unos frutos rojos en forma de bolitas muy apreciados por los zorzales.
Esa tarde, leo ahora en un cuaderno donde anotaba distintas cosas, mientras pedaleaba, veía unos niños que para evitar la lluvia se oculta...
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