Esos días a la hora de la siesta, solían bajar entre cardos con puntas violáceas para seguir por donde crecían unos frutos rojos en forma de bolitas muy apreciados por los zorzales.
En la orilla, veías el mar a la espera de una tormenta mientras tus hijos jugaban a un costado. Pensabas en tu padre y en sus éxitos. ...
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