Te encontrabas al papa esta vez tomando mate en la orilla con su silla de siempre y un perro San Bernardo a su lado que era de los vecinos del otro día que, por lo visto, ese día no estaban... Entusiasmado, le contabas de pie que tu vida había ocupado la mayor parte de tu tiempo... Y él te decía que eso era normal, que no te preocuparas. Que sin ir más lejos a él le había pasado lo mismo y que para colmo había terminado siendo papa... Y se reía... Como si ser papa fuera ser un taxista...
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