Estaban con el papa por la calle, por la avenida Libertador para ser más exactos, a la altura de la biblioteca nacional viendo una escultura que te parecía horrenda y al papa le resultaba muy lograda. Él, impostado, remarcaba que era muy interesante cómo el artista había resuelto el desafío de poner en escena a Evita. Ahí entonces te dabas cuenta de que el papa más bien no sabía nada de arte... Y ese descubrimiento te inquietaba...
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