Y desde entonces fuimos capaces de pintar a los antiguos héroes. Entusiasmados, los pintábamos entregándose a sus dudas, mientras las puertas quedaban abiertas y una gota de rocío nos bañaba. Y todo parecía nuestro. Todo sin ser específicamente necesario. Y los demás seres en los alrededores del parque nos buscaban. Ya no precisábamos una liberación mítica. Mucho menos un golpe de suerte.
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