viernes, 27 de enero de 2023

Todo ha valido la pena

Viaje en auto de Lyon a Chambord. Lyon casi vacía, extraña, gris, anterior a cualquier gesto emparentado con la arquitectura del siglo XIX. Todo tiene un desarrollo previo, más sobrio y por momentos menos pretencioso. Es una ciudad acomodada a su rol. De algún modo, alejada ideales de grandeza. 

Nieve, muchas más nieve de la que había imaginado. Mis hijos felices. La ruta sube y baja entre pinos que después, con el tiempo, desaparecen para dar paso a árboles sin hojas que me gustaría mucho saber de qué especie son. Gente amable aún. Estaciones de Servicios con oferta gastronómica de cierta calidad. A nuestro lado, una pareja, hombre y mujer de unos sesenta años hablan susurrando. Los quiero como seres humanos. Ojalá todos fuesen tan considerados. En Francia se come bien. Llegada a Chambord. El castillo tiene la impronta del medioevo adentrándose en la modernidad. Ha llegado al renacimiento. Pero también tiene algo que se conecta con oriente. Un nexo con Bizancio. La fantasía de las mil y una noches está en lo alto, en sus cúpulas, en las partes más altas, y ése es su mayor acierto. Verlo de noche en la soledad más absoluta, en el frío, iluminado, me impactó. Me puse a caminar en el negro de la noche hacia el castillo y un animal entre los árboles salió disparado. Era de buen tamaño. Un ciervo tal vez. 

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