Debido a la humedad, cierta bruma se acercaba. Nos pusimos a ver lo que declina en las ramas. El ceibo, frente al río cada vez más pálido, invitaba a mirarlo. Después, hablamos de remar por los canales. “Nunca supe dónde acaban”, dijiste. Comenzaban a cantar las ranas. A lo lejos, unos perros aullaron. La luna por momentos permanecía oculta, por otros se mostraba.
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