En la orilla, al ver pasar unos camalotes, soñaba qu alojarían cervatillos venidos de antiguas selvas lejanas. Después, lo instalado en mi cabeza se acallaba y algo dulce, pasajero, tal vez el canto de un zorzal se oía mientras remábamos. “El agua me calma”, dije. “Sí, me pasa lo mismo con las fuentes”, agregaste, y después lo inolvidable: “Quisiera que nos detengamos bajo el puente...”
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