Ese recuerdo ahora viaja como una forma de aliento. Y lo mismo el panal que prendimos fuego por sugerencia de tu abuela. Lo rociamos con alcohol a cierta distancia y, al tirarle un paño encendido, las abejas volaron hacia nosotros, que corrimos hacia la pileta con el alcohol y los fósforos en la mano y, riéndonos, nos tiramos al agua.
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