Esa tarde cerraba los ojos y del cielo caía agua y más agua, y los pájaros, entusiasmados, saltaban sobre el pasto. Más tarde, al llegar la noche, como el viento había corrido las nubes, vi las estrellas entre los árboles. La perra se detuvo y miró también para arriba. O eso me pareció por un instante. Esa vez, en la galería de la casa, te expliqué que nací con el píloro tapado y casi no podía comer. Hasta que un médico, de nombre Gianantonio, decidió operarme y me salvó la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario