Cuando los remeros se lanzaban
por los canales, subimos
a la terraza para
apoyados en la baranda
quedarnos a la búsqueda
de los roces casuales mientras el río
iba oscureciéndose y los edificios
intensificaban sus reflejos en el agua.
Se movía bastante el agua.
Y atrás pasaban camiones y autos
como caballeros medievales
obligados por sus cruzadas.
Los carteles publicitarios
estaban despintados
y todavía cantaban los pájaros.
Aquella vez dijiste que no sabías
si el paisaje es algo inspirador para ellos
o solo tienen muchas ganas de cantar.
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