El verdadero cielo en nuestra manos
es un espacio donde las creencias
pueden ser sostenidas sin necesidad
de pretender que sus alcances
tengan alguna eficacia.
Una esfera donde la luz sería tan
pero tan potente que trazaría
canales celestes y violáceos
por donde la fuerza circularía
al punto de no depender
de acontecimientos fuera del círculo.
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