Segundo Acto:
El público se reacomoda. Un lacayo sale al escenario. Con voz aflautada, dice: “La representación que ustedes acaban de ver se trató de un sueño”. Va hasta un rincón y ordena unos leños. La chimenea es inmensa. Enciende un fósforo y se distancia del fuego. A medida que se aleja, por la incorporación de las luces, notamos que en un sillón, cerca de la chimenea, una mujer amamanta. Tiene facciones suaves, demasiado suaves para ser rusa, tal vez sea escandinava. Y arranca un piano.
En otra parte del escenario, de pronto iluminado, de pie un militar panzón, bigotes con puntas y con una monóculo, enciende un cigarro y parsimonioso contempla la escena. A los pocos instantes, una vez devuelto el niño a la cuna, la madre se arrodilla frente al hombre, le baja el cierre y comienza a hacerle una felatio. Y un piano, acorde con el ritmo de la mujer, suena cada vez más dulce. Y el hombre sigue fumando al tiempo que al final, en un lento movimiento, solo la cabeza de la mujer termina iluminada. Aplausos.
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