Recuerdo que fuimos una tarde en la camioneta de los años cincuenta que era del padre de Ever, carrocería celeste, cúpula blanca tenía ese vehículo, y nos la pasamos yendo y viniendo por el campo un día gris de viento. Los perros corrían en busca de liebres felices como nadie. O en realidad tan felices como yo. Y no podría decir mucho más porque solo tengo las sensaciones, vívidas, fuertes.
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