En ese entonces soñaba seguido que estaba en esa isla que me había impresionado tanto donde me veía cavando en la arena de una playa rodeado de viejos desgarbados que me decían que podría regresar a mi casa en la medida que sea más aplicado en el trabajo. Los miraba y seguía cavando. Creo que ese sueño tenía que ver con el hecho de que por ese entonces ya había entrado a trabajar en la oficina de un ministerio tan siniestro como cualquier otro. De modo que en un edificio de los años cincuenta pasaba día tras día consagrado a trámites, gestiones y expedientes. Pegado a personajes anclados a los modos de la burocracia. Veintitrés años me dediqué transitar esos pasillos. Veintitrés años enteros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario