Llegas a tu casa para cenar solo con tu hija
y en la charla te das cuenta de que los circuitos de su cabeza
son muy parecidos a los tuyos, y que las recetas que le ofreces
para solucionar sus angustias son inservibles porque solo el peregrinar
por ese tipo de rueda durante decenas de años la va a dejar algún día
en el prado donde se ve con claridad cómo gira la rueda.
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