Había también un ulular del viento
sobre las casas rodeadas de enredaderas secas,
unos pinos y cada tanto álamos
y troncos secos entre los pastos crecidos.
Unos perros le ladraban
a las formas neblinosas del paisaje.
Hacía tanto calor
como en los días de verano
que lograron en nosotros
sobreactuaciones, crisis, llantos, y después
el anuncio de una ruta mejorada.
Bajo los plátanos, detrás de la iglesia,
se puede descansar, no hacer nada,
acotaste.
Ahí mismo donde ondeaban las banderas.
Azul, negro. Un escudo con tiburones
sonrientes. El club de pesca.
El mar mantenía un tono tan gris
que resultaba un cuerpo.
De pronto, dos patos bajaron al agua.
El momento me recordó a un telón
que descubrimos en una iglesia agrietada.
Tenía ese telón lo que podría haber
pintado en otra vida. El agua,
los pinos, las murallas detrás
y un camino que baja
en una leve inclinación.
En el centro de ese telón,
si todavía existe, unos gorriones
llegan a una mujer
que levanta sus brazos.
Y el sol detrás está ocultándose.
No hay comentarios:
Publicar un comentario