Por la ruta, cuando pasaban
camiones como caballeros
obligados por sus cruzadas,
alcanzabas a leer de qué empresa
eran. Entonces, por una asociación extraña,
una angustia imprecisa y antigua,
regresaba.
Y te decías que solo podrías mejorar
cuando encontrases de nuevo
una paz que habías avizorado
una vez en una iglesia
(pero ya no recordabas en cuál).
No hay comentarios:
Publicar un comentario