Después, sobre el fin de un calor agobiante, salí a pasear con mi perra. Parecía que iba a llover, pero el agua no cayó hasta la madrugada. Al despertar, abrí las ventanas. El viento era fresco, los árboles se movían. Los pájaros cantaban; y era feliz, tan feliz como alguien venido de la antigua Grecia.
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