“Tranquilo. No me voy”, dijiste.
Así que agradecí esa respuesta. “En el amor la clave es la entrega puntual...”, había dicho poco antes, pero para entonces ningún discurso importaba. Más temprano, en la orilla, veía cómo la línea de mi caña dividía el agua. Con tu rodilla tocando la mía, señalé unos pájaros que bajaban a tomar agua. Son benteveos, dije. Y casi enseguida ocurrió algo inesperado: pescamos un dorado. Está tibio, dijiste, tocándolo cuando salió del agua.
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