Más tarde, camino al pueblo de tu mano, silbando por un espacio de araucarias, sentí que había otra presencia, ojalá que divina pensé, situándose encima.
Los perros dormían junto a la puerta de Anselmo: pensaba en aquel verano, cuando al amanecer, a la salida de los bares, soñábamos con cosas que nunca llegarían. Ser artistas, conocer el mundo… Días con colores y cantos provenientes de las olas en algún lado, del océano incluso gestándose, márgenes donde empiezan los instantes fugaces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario