De esa época también tengo anotado un sueño: desde la borda de un crucero, a lo lejos, en el medio del mar, ni bien veía los bordes de un iceberg sobre el calmo turquesa del agua, iba a buscarte al comedor donde tomabas el desayuno. Tendiéndote la mano, te pedía que me acompañaras a verlo. Pero cuando regresábamos el blanco indeleble no estaba más y en el océano, no más turquesa sino azul, se veía un fuego lejano. Había a lo lejos una batalla. Un barco había explotado y varias personas gritaban a la distancia. Para salvarlos, nadábamos hasta el barco en llamas, pero a mitad de camino advertíamos que venían otros barcos porque la batalla continuaba. Son barcos del enemigo, escuchaba que decían otros heridos que nadaban junto a nosotros. Y cuando miraba de nuevo, flotabas muerta boca abajo en el agua. Un disparo te había alcanzado.
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