Pinté una muralla
que resguarda un huerto
donde unos monjes realizan
un trabajo que rinde frutos
a cuenta gotas,
y te conté en voz baja:
la araña no quiere abandonar
el hilo que la sujeta.
Estábamos cerca del mar,
arropados por su canto,
casi junto a las rocas
donde los montículos de arena
que habían dejado otros
parecían montañas diminutas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario