Caminar hasta que el deseo deje de pesar, leo en mi cuaderno. Y parecer un mendigo. No pediría nada porque mi intención sería dar, no exigir, y con esa pasión, con los años, me convertiría en un santo, solo para tiempo después ser pintado en un fresco de una iglesia de Roma y terminar junto a montones de ángeles, colinas y ríos, atrapado en un cuadro magnífico desde donde enseguida desearía salir.
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