Mejor dejar que afloren las ideas, me dije.
Mejor que todo es acomode con un título,
porque si encuentro el nombre perfecto para
lo que quiero contar, todo lo deseado
se va a ordenar detrás de la potencia
de ese nombre. Pero ese nombre nunca
apareció esa tarde, ni las que siguieron.
Solo volvieron los deseos. Y siempre
los mismos. La necesidad de contar
la sorpresa que genera la existencia.
Pero eso es muy difícil, me dije al fin.
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