En el cuaderno, a continuación, tengo anotado otro sueño: Sobre la proa de un crucero, mirábamos un témpano a lo lejos. Como el mar estaba calmo, sobre el azul del agua, el blanco vibraba. Unos copos de nieve caían al agua.
Sonriéndome, me extendías tu mano. Vamos a nadar, decías en el sueño. Te va a gustar, está tibia el agua. Pero yo desconfiaba…
Y en ese mismo sueño, un poco antes, estábamos en una cabaña al cuidado de varias ovejas. Los pájaros en unos robles cantaban y las fuentes se escuchaban a distancias lejanas. Llovía y las burbujas iban por una ladera que se volvía cada vez más brillante. Pero en el sueño propiamente no pasaba más nada. Hasta que, de la nada, aparecíamos en el crucero y veíamos el témpano.
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