Primero, atravesamos el centro, atiborrado de gente, donde las calles repiten —con soberbia fidelidad— sus consignas: motociclistas impacientes, propensos a tocar bocina para imponer su paso. En conjunto, logran un estado general próximo al desastre. La prepotencia es ley, y esa fuerza, sin embargo, imprime una impronta de libertad. Por ejemplo: se puede tirar la basura en cada esquina. Pero al mismo tiempo, agobia. La gente no parece reconocer puntos medios: o es brusca, o demasiado amable, casi familiar. El Museo Arqueológico alberga esculturas grandes y soberbias que resaltan la nostalgia: la belleza más entrañable siempre es decadente.
Archivo del blog
jueves, 9 de enero de 2025
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Había caído el sol
En la orilla, veías el mar a la espera de una tormenta mientras tus hijos jugaban a un costado. Pensabas en tu padre y en sus éxitos. ...
-
El genio rockero me miró con sorpresa y después, víctima de cierta discordancia, tentado, me respondió: “Okay my lord”. Se volteó y preguntó...
-
Vuelvo de la playa abrumado. Y lo peor no es esa sensación tan grande, lo peor es cuando la realidad te persigue y te alimenta: hoy iba por ...
-
Creo que es mejor que les cuente un poco de Carola. Una premisa que no es sencilla porque mis percepciones cambiaron con los años de manera ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario