Quiso ver el mar mucho tiempo
para estar él dentro del agua,
no en una parte, sino en toda
el agua enfrente que oficiaba
de manto misterioso,
en su cabeza tibio como
la bañadera que lo recibía
de niño para ser una foca
o un delfín, y por donde
podía ir, sin ataduras,
sin destino, mar abierto,
como ahora, con toda esa
fuerza enfrente pidiéndole
que hiciera lo mismo.
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