Visiones:
Los curas chistando en la basílica de Santa Clara para que la gente haga silencio. Luego, llaman a uno de ellos para que asista a un hombre de unos cuarenta años, en remera, que está sentado en un costado, en una de las capillas que tiene la iglesia, con gesto de sentirse mal.
El cura que se sienta a dar la confesión sin demasiado entusiasmo en la gran iglesia de Jesús Nuevo que está casi enfrente de la basílica de Santa Clara. Enseguida, viene un hombre con buen peso, canas, gesto respetuoso, algo apremiado, que se sienta frente a él en una silla -el cura está sentado en otra silla, enfrente tiene una mesa y en el medio hay una división de acrílico-. Empieza a hablar con profusión y el cura lo escucha atento, pero también es víctima de cierto cansancio, un aire severo fruto de haber asumido una profesión demasiado esforzada.
El hombre que llega a un camión, lo detiene frente a la mesa donde estamos comienzo en plena piazza de Jesús Nuevo -guarecidos por una estructura de acrílico que nos preserva del frío-. Se dedica a a bajar las garrafas de cerveza y los botellones de agua con un aire de satisfacción apenas visible. No reniega de su trabajo, al parecer. Los mozos son jóvenes y asumen el aire de superación y cierta atmósfera de soberbia que impera entre los hombres trabajadores de esta ciudad.
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