Me repito una y otra vez que el tema no tiene importancia, que va a pasar como tantas otras cosas. Su lugar en el mundo es ínfimo, casi inexistente, y hasta parece pedir ser olvidado. Pero me cuesta, como me cuestan tantas cosas. De todos modos voy a insistir, porque estoy seguro de que al final voy a lograrlo —como he logrado tantas otras cosas—, y entonces sonrío, con la certeza momentánea de que no hay forma de que algo falle, al menos en mi corazón. O sí, puede fallar, pero incluso eso, me digo, tampoco importa tanto. Porque todas las ideas, incluso las que ahora parecen determinantes, también van a seguir quién sabe a dónde.
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