Un momento de luz, y después de sombra.
Pasan las nubes por el cielo y la tierra
lo refleja con sus pastos, sus árboles esparcidos,
esporádicos, algunos apenas, cerca del suelo,
y otros grandes, altos incluso como colinas
de ramas y hojas que se ven a lo lejos.
Estamos en la Pampa, un lugar que me es conocido
y cada vez quiero más porque, gracias al tiempo,
y gracias a la posibilidad de andar un poco,
o tal vez bastante, por otros lugares, se aprende
a valorar las propias, las más cercanas,
las conocidas como el cuerpo que nos acompaña
cada día y después por las noches, y de nuevo:
bajo el sol, y la luna, las estrellas, repetidas
hasta un cansancio que en algún punto
llega al cuerpo y lo libera.
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